En un mundo donde la gestión de la sostenibilidad ya no es una opción sino una exigencia, la norma IFRS S1 y S2 marcan un hito en la forma en que las empresas deben reportar su desempeño. Esta norma establece los requisitos generales para divulgar información financiera relacionada con la sostenibilidad, integrando los factores climáticos, ambientales, sociales y de gobernanza en los reportes o memorias anuales.
La materialidad financiera es el eje central de la norma. Ya no basta con reportar buenas intenciones o iniciativas verdes; las empresas deben demostrar, a través de modelos financiero, cómo los riesgos y oportunidades vinculados a la sostenibilidad afectan —o podrían afectar— sus flujos de caja, su posición financiera, costo de fondo y su rendimiento a corto, mediano y largo plazo. Esto implica responder preguntas clave tales como: ¿cómo impacta una sequía prolongada o aumento de temperaturas en la cadena de suministro?, ¿qué efecto tiene la transición energética en los costos operativos?, ¿cómo influye la regulación ambiental en la estrategia de expansión? o ¿cómo el cambio de conducta de los consumidores, producto a la percepción sobre la contribución de la organización a la sostenibilidad, puede afectar el modelo de negocio?
Por ejemplo, en el país se ha observado un aumento en las temperaturas y olas de calor principalmente en el valle central, entre las regiones de Coquimbo y el Maule, incremento en frecuencia e intensidad de las marejadas en la zona central y norte del país, y una disminución generalizada de precipitaciones. Todos estos eventos tienen efectos económicos sobre la operación de las empresas y deben ser incluidos en su matriz de riesgo y divulgados a los públicos de interés, especialmente inversionistas.
En paralelo, las finanzas sostenibles están transformando al mercado de capitales y la forma tradicional de enfrentar la evaluación de proyectos. Los inversionistas institucionales, los bancos y los fondos de pensiones están incorporando criterios ASG en sus procesos de toma de decisiones, no solo por razones éticas, sino porque comprenden que la sostenibilidad es sinónimo de resiliencia y rentabilidad a largo plazo. Instrumentos como los bonos verdes, los préstamos vinculados a desempeño ASG y la inversión de impacto están ganando terreno, impulsando una economía más inclusiva, responsable con el medioambiente y baja en carbono. Es así como las metodologías de medición de impactos en los proyectos son cada vez más utilizadas para el control y monitoreo, evitando así conductas como el greenwashing o greenhushing y fortaleciendo la credibilidad de la información divulgada ante inversionistas y otros grupos de interés.
Cabe recordar que actualmente en Chile hay más de 70 causas activas de conflictos socioambientales que afectan proyectos o empresas en funcionamiento. Las finanzas sostenibles representan un enfoque estratégico dentro de la organización que busca alinear los objetivos económicos con los principios de sostenibilidad, permitiendo canalizar recursos hacia actividades que generen valor a largo plazo tanto para los inversionistas como para la sociedad y el medioambiente.
Francisco Mellado
Área Finanzas Sostenibles
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